El saco de cemento

No recuerdo hace cuánto tiempo fui bloqueado en twitter por Don Juan Carlos Monedero, aunque sí recuerdo que Podemos aún no existía. Este señor únicamente pertenecía a CEPS, esa oscura organización llamada que tanto ha colaborado con el no menos oscuro régimen chavista. Era un personaje casi anónimo en España. El bloqueo fue fruto de una discusión que mantuve con él en la que pretendí arrostrarle frente a sus múltiples contradicciones e ignorancia de la Venezuela real, la de barro y aguas fecales. No me sorprendió en absoluto que un individuo de ideología y naturaleza radical actuara de esa forma. Ni tan siquiera este profesor universitario soñaba con alcanzar algún día el poder. No hace mucho lo fui del mismo modo por la candidata de Ciudadanos a la presidencia de la Generalitat Valenciana, Doña Carolina Punset, esta vez  como consecuencia de una conversación mantenida al respecto de su postura frente al conflicto lingüístico e identitario valenciano. Como es habitual -en esto el partido Ciudadanos no es innovador- evadió la respuesta y se limitó a comparar al valencianismo tradicional, aquél regionalista y defensor del vigente Estauto, con el nacionalismo catalán y vasco, lo que dejó al descubierto su supina ignorancia sobre la política valenciana, hecho que le expuse. Craso error. No hubo en ese momento respuesta por parte de la washingtoniana. Más tarde, sería conocedor de su público desdén por el mal llamado "blaverismo" y por el catalanismo, de los que decía de sus militantes que "caben en un taxi". La concejala alteana -por residencia- pretende participar de ese jacobinismo un tanto prematuro que teoriza su líder nacional Albert Rivera y niega la singularidad -que íntimamente sí reconoce a su Cataluña familiar- al pueblo valenciano. Sin embargo, algo de importancia debieron conceder en su formación política a la polémica, cuando, en un intento atropellado de corregir el error, añadieron la opción, que hasta entonces no existía, de valencià en su página web. No le di relevancia al abrupto colofón de aquel virtual diálogo. Es al tiempo cuando, observando algún tuit que denunciaba la existencia de un supuesto "tic" que impele a Doña Carolina al bloqueo indiscriminado del tuitero disidente y producto de mi morbosa curiosidad, consulté el estado de mi cuenta respecto a la suya: ¡Bloqueado! Al contrario que en el caso del señor Monedero, esta vez sí me sorprendió. Los miembros de este partido se pretenden moderados, liberales y socialdemócratas a partes iguales. Más aún si considero, después de un ejercicio de autoanálisis, soy público objetivo de sus propuestas, dado mi perfil personal y político. He de admitir que, además de la ingrata sorpresa, me generó la desazón de quien se siente huérfano. Otra opción, otra alternativa que caía estrepitosamente para mí y para los míos. Mi voto volvía a buscar irreflexivamente el calor y confort del tradicional.
Ciudadanos, el partido, es un proyecto que alcanzará un indubitado éxito en las próximas citas electorales. Es un buen producto, con un reluciente, atractivo y elaborado packaging. Sin embargo, aún carece de contenido sólido y sus candidatos, a vista de lo sucedido, sufren de bisoñez y sus reacciones son pueriles. Deben endurecer la coraza, aprender la habilidad del político tradicional, y evitar desprender el desagradable hedor de la soberbia propia del adolescente barbilampiño. Corren el peligro, en la Comunidad Valenciana y en el resto de España, de acabar adoptando el papel de saco de cemento, de mera argamasa que afirme el decadente poder del Partido Popular, de ser percibidos, dramáticamente, como aquel parvenu que realizó el servicio militar en los paracaidistas.